Es la "moda" de los últimos meses: el robo de cables e instalaciones eléctricas se impone como la modalidad delictiva por excelencia desde hace varios meses y se trata del delito predatorio más común y uno de los más indignantes. Sobre todo porque las víctimas suelen ser instituciones, organizaciones no gubernamentales, clubes, escuelas y establecimientos educativos en general. En muchos casos los afectados tienen que hacer campañas benéficas para reponer lo sustraído y los daños ocasionados, sólo para que a los pocos días les vuelvan a robar.

Este jueves le tocó al Jardín Municipal del barrio Zazpe ser el blanco de los delincuentes. Rompieron un tejido perimetral y arrasaron con las instalaciones eléctricas externas. Se llevaron la bajada, el medidor, el tablero y muchos metros de cable. Por supuesto, el establecimiento quedó sin energía eléctrica, lo que hace imposible trabajar dentro del mismo, debido a las condiciones extremas de la temperatura ambiente, pero además porque falta lo elemental, que es la luz eléctrica para iluminar los espacios cerrados.

Por lo menos media docena de veces cada día las autoridades policiales o la GUR deben actuar ante denuncias o situaciones en que hay involucrados sujetos que se dedican a la sustracción de cables. En algunos barrios basta con recorrer las calles para observar cables colgando en las columnas de alumbrado público, restos del accionar de estos sujetos. Y lo que parece tan sencillo, que sería cortar la comercialización de los metales obtenidos luego de la "reducción" de los cables por medio del fuego, parece ser una misión imposible: ¿quién compra el metal de los cables, cómo se transforma el metal obtenido en dinero en efectivo, que es lo que buscan los delincuentes? Pese a este razonamiento, en toda la provincia estos hechos se reiteran y pareciera imposible frenar el delito de moda.

Mientras tanto, los hechos se suceden y lo sufren las instituciones.