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Deportes

Una despedida al "Nene" Ternengo, en primera persona

Jorge Juan Ternengo dejó una huella en nuestra historia deportiva. En este recuerdo, las vivencias personales que me permitieron conocer de cerca al gran deportista que nos acaba de dejar.
Agrandar imagen Jorge Juan Ternengo, fallecido el 9 de julio.
Jorge Juan Ternengo, fallecido el 9 de julio.
Miguel A. González

Por Miguel A. González

Me voy a permitir escribir esta nota tomando la licencia de la primera persona, porque hay cuestiones que salen desde el corazón y en esos casos es preferible despojarse del ropaje del periodista de todos los días.

Este Dia de la Independencia estuve donde se escribió la Historia. En Tucumán. Ahí, en la Casa de la Independencia. Y estaba ahí cuando me llegó la noticia: "murió Jorge Ternengo". El gusto amargo de saber que no podría despedirlo como me hubiera gustado. El recurdo inmediato de la última vez que lo ví, acá enfrente de las oficinas de RAFAELA NOTICIAS, él caminando con bastón, un saludo a las apuradas. El 10 de junio, entre los ruidos de motores del TC en Rafaela, René Zanatta me presentó a Angel Rubén Monguzzi y entre las fotos de rigor, nos comentó que el "Nene" ya estaba mal, que no podía salir de su casa. El Negro mencionó una anécdota de una rally de autos antiguos que habían compartido con el Nene y en esa conversación trivial quedó flotando en el aire la sensación de una partida que se veía inexorable.

El histórico triunfo en las 500 Millas Argentinas de 1969.
El histórico triunfo en las 500 Millas Argentinas de 1969.
La niñez que marca nuestras pasiones

Soy un aficionado al automovilismo desde mi infancia. Puede decirse que mis primeros recuerdos de niño son del autódromo, cuando me ponían tapones en los oídos porque le tenía terror al ruido de los motores. Memorias de las "500 Millas" viéndolas desde la recta opuesta, lado externo, yendo por avenida Italia. O de un poquito más grande, cuando era un nene de 10 años y nos íbamos "a pata" al autódromo, con mi primo Rubén, apenas un poquito más grande, a ver a los ídolos, siempre entrometido en los boxes. En esas escapadas de pibe aprendí a amar al deporte de los fierros y a ver, con "la ñata contra el vidrio" pero sin vidrios, a los ídolos del momento. El Nene, claro está, se encontraba en ese Olimpo incalzable.

Estampas de una época.
Estampas de una época.

No sabía en ese momento que la vida me acercaría al "Nene". Siendo de familia humilde, en casa no tuvimos auto. Aprendí de grande a manejar, con 25 años: Pablo Visconti, dueño del diario Castellanos, me prestó su Renault 12 rojo y el Nene -que tenia una academia para enseñar a manejar a novatos como yo- me llevó al autódromo. Primero me hizo sentir la adrenalina y dio una vuelta a fondo en el circuito chico y ahí, viéndolo tirar cambios y rebajes con el "punta y taco", me di cuenta la raza especial que son los corredores. Después me enseñó como a cualquiera de los tantos alumnos de los cursos que dictaba. Pavada de maestro tuve. Entablamos una linda relación de amistad: yo veía en él la leyenda viviente que realmente era de nuestro deporte motor y él me respetaba por mi trabajo como periodista, así que me compartió innumerables anécdotas.

La "CGT", treinta años después

Jorge fue enormemente generoso y me hizo compartir con él dos acontecimientos que nunca olvido. Uno fue en 1997, en Córdoba. Se cumplían 30 años del debut del equipo IKA oficial, de la "CGT" que revolucionó el TC con los Torino. Pablo Vignone, de la revista El Gráfico, y Raúl Barceló, de Coche a la Vista, organizaron una producción especial con Eduardo Copello, Héctor "Pirín" Gradassi y el Nene. Nos juntamos en Alta Gracia, dónde sino, con Oreste Berta, el hombre que preparó los autos de aquél equipo invencible. La excusa fue hacer unas imágenes con un Torino que recreaba a los de la Misión Argentina en Nurburgring y después fuimos a la concesionaria de Copello en Córdoba, lugar en el que compartimos un almuerzo inolvidable con esas leyendas del automovilismo. De más está decir que no me animé a nada: sólo escuchar y disfrutar el momento. ¡Cómo y cuánto lamento no tener registros de esas horas, cuando no existían los celulares con cámaras!

Foto de 2017.
Foto de 2017.

En el camino a Córdoba, el Nene me había contado que cuando el Torino hizo su irrupción en el mercado comercial, a él le dieron uno para que lo trajera al óvalo de Atlético para una prueba de sus prestaciones. Habíamos viajado con el "Negro" Rojas, que si mal no recuerdo había sido uno de sus mecánicos en los tiempos del TC. Ternengo, vale mencionarlo, ganó dos carreras de TC con aquél Torino. Sin embargo, siempre el Nene puso en lo más alto de su trayectoria el triunfo en las 500 Millas de 1969, con el Bravi-Tornado de la Peña RUEDA: un auto preparado en Rafaela por gente de la ciudad y en la carrera emblemática de Rafaela.

Volando en el Halcón

Un tiempo después el Nene me llevó también a Buenos Aires. Lo había llamado Ricardo Zeziola, un gran coleccionista y restaurador de autos, que tenía el proyecto de reconstruir el Halcón de Heriberto Pronello. Nos pasó a buscar por el hotel con un Torino modelo '72, con 20 mil kms originales. En el camino hasta San Martín, donde estaba el taller de restauración, Zeziola -a quien Ternengo no conocía personalmente hast ese momento- acribilló al Nene a preguntas. Quería saber todo sobre su trayectoria, y sobre el auto que estaba reconstruyendo. Le pidió incluso si tenía algún casco o buzo antiflama de la época. En San Martín nos encontramos con Heriberto Pronello, que reconoció la estructura del Halcón por unos detalles en los caños y que certificó y dio fe de la originalidad del vehiculo recuperado. Jorge se sorprendió porque enseguida llegó un equipo de Carburando, que también lo entrevistó para recordar la historia del auto en restauración.

Zeziola había recorrido medio país rescatando partes del auto -incluido el motor Ford y las llantas, aunque tuvo que encargar un parabrisas nuevo a un fabricante especializado- y unos meses después vino a Rafaela, con el auto ya terminado y restaurado, muy distinto de esa estructura descascarada que habíamos visto en el taller de San Martín. El Halcón, impecablemente azul, estaba guardado en un trailer con forma de estuche. Era ciertamente una joya. El coche estaba habilitado para circular en la calle, con patente de auto de colección. Zeziola se jactaba entre risas: "voy a La Biela (conocido bar de la Recoleta porteña) y me encuentro con amigos que tienen Porsche, Ferrari o Mercedes de colección. Pero un Halcón no lo tiene nadie".

El Halcón que se exhibe en el Museo de Termas.
El Halcón que se exhibe en el Museo de Termas.

El "Nene" se subió al Halcón y me dio el honor de sentarme en la butaca izquierda (el volante estaba a la derecha). "Cuidado Nene con la velocidad, mirá que tiene cubiertas con dibujo", le advirtió Zeziola. En la recta opuesta, Ternengo puso el Halcón a prueba: el velocímetro marcaba 250 km/h. Ibamos en el mismo sentido de las agujas del reloj, así que llegamos al curvón Sur a esa velocidad y a mi me dio toda la impresión que el auto se ponía de costado. Ya estaba hecho el paredón y no tuve miedo de que nos lastimáramos pegándonos contra la pared, sino de que se rompiera el auto: "¡Zeziola nos mata, Nene!", le debo haber gritado al inmutable Jorge en esa vuelta inolvidable. El destino quiso que el miércoles 10, mientras al Nene lo llevaban a su última morada, de regreso desde Tucumán pasara con mi familia por el Museo del Autódromo de Termas de Río Hondo y me encontrara con el Halcón exhibido, aunque no estoy completamente seguro que sea el mismo que reconstruyó Zeziola.

Por supuesto que con el Nene tengo mil anécdotas de su paso por el diario Castellanos, donde durante muchos años escribió el "Anecdotario Tuerca", una columna que luego se transformó en libro. Los reclamos en los horarios de cierre por algún texto que faltaba, una foto que debía retocarse o un dato que había que corroborar; los pedidos de información cuando había dudas sobre determinado hecho de la historia deportiva de la región, y esas cosas que hoy son un recuerdo imborrable en mi memoria.

Con Jorge Ternengo se apagó la vida de una leyenda de nuestro deporte motor, nunca reconocido en forma suficiente en la ciudad. Quise recordarlo no con su historia en el motociclismo y el automovilismo, que muchos especialistas hicieron y harán en forma mejor. Sí honrarlo con esas vivencias personales que me marcaron y que me hacen, en este mismo momento, escribir estas líneas con un nudo en la gargante por no haber podido estrechar una vez más esas manos grandes que tenía, casi desproporcionadas respecto a su cuerpo siempre menudo, esas manos que tanto manejaron y tanta historia dejaron.

Hasta siempre, Nene querido!

 

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