El 4 de agosto de 1957 Juan Manuel Fangio se quedó con el triunfo en el Gran Premio de Alemania, disputado en el histórico autódromo de Nürburgring. Aquella tarde en el Infierno Verde (está rodeado por un espeso bosque), el histórico circuito alemán de 23 kms de extensión -que dejó de utilizarse en ese recorrido luego del accidente que protagonizó Nikki Lauda el 1 de agosto de 1976, cuando su Ferrari se estrelló y el sufrió gravísimas quemaduras que lo marcaron de por vida-, el argentino consiguió el quinto campeonato y su última victoria en la F1 en lo que muchos consideran la mejor carrera de la historia.
Después de quedarse con la pole position, el de Maserati tenía todas las posibilidades a su favor para cerrar otra temporada con un título. A falta de tres carreras, tenía doce puntos de ventaja sobre su principal perseguidor, el británico Mike Hawthorn.
Para la carrera del domingo, Fangio y el equipo eligieron una estrategia arriesgada: largar con la mitad del tanque de nafta vacío. La idea era alejarse de los demás en las primeras vueltas, y ya que la parada para cambiar los neumáticos sería obligatoria para todos por el desgaste que generaba la pista, aprovecharla también para rellenar el faltante de combustible.
El Chueco cumplió con su parte, y se alejó a más de 30 segundos de Mike Hawthorn y Peter Collins, pero la parada en boxes fue pésima. Tuvieron problemas para sacar una de las ruedas, y cuando Fangio pudo salir estaba a 50 segundos de las dos Ferrari a falta de tan solo 10 vueltas para el final.
A partir de ahí, lo que hizo el argentino quedó en los libros de la historia de la Fórmula 1. En la primera vuelta después de la pésima parada, le descontó 16 segundos a Hawthorn. En la segunda, fueron otros nueve más. En los 10 giros que quedaban, marcó el récord de vuelta de la historia del circuito en 9 de ellos. Sí, marcó nueve récords consecutivos para bajar en cada uno de ellos su propia marca. Cada oportunidad que tuvo la aprovechó para ir cada vez más rápido.
Al final, terminó 3 segundos por delante del británico, quedándose con la victoria que prácticamente selló su quinto y último título. En el último triunfo de su vida, Fangio corrió más rápido que nunca. Tiempo después, él mismo reconoció que ese día fue el del triunfo más grande de su vida y explicó que las dos noches siguientes no pudo dormir porque los recuerdos de los riesgos que tomó en la pista volvían a su cabeza a cada rato.
